CANADA: TORONTO, OTTAWA, MONTREAL.
Esta vez no en solitaria, este viaje lo compartí con mi pareja, lo que añadió una nueva dimensión a la aventura. Pasamos una semana completa como mochileros en Canadá, acampando solamente en lugares permitidos para respetar la naturaleza y las normas locales. Aprovechamos las noches para viajar en bus, lo que nos permitió descansar mientras avanzábamos hacia nuestro siguiente destino. Como siempre, consideramos el aeropuerto un lugar seguro para pasar la noche, prefiriéndolo en lugar de un hostal, dado que en este país son bastante caros; aquí tienes un plan detallado para recorrer tres ciudades en una semana completa, dedicando dos días completos a explorar y disfrutar de cada una.
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Desde España volamos durante aproximadamente 8 horas hasta Montreal y luego tomamos el tren con destino a Toronto para iniciar nuestro viaje desde esa misma ciudad, dedicando todo el día exclusivamente a desplazamientos. El billete de tren directo solo ida nos costó 310 CAD (unos 220 euros) para los dos y el trayecto duró alrededor de 6 horas. Al llegar, decidimos dar un paseo por la orilla del lago Ontario mientras buscábamos un lugar tranquilo donde pudiéramos acampar con nuestra tienda.
Nivel peligro noche: tranquilo.
Billete tren Toronto - Montreal: 300 CAD
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Finalmente, terminamos instalándonos en un parque que estaba al lado de un colegio y el puerto de Toronto. Fue en ese mismo lugar donde, durante la noche, un policía nos despertó para preguntarnos cuánto tiempo pensábamos quedarnos allí, advirtiéndonos que si seguíamos acampando más de un par de días, nos ayudaría a encontrar un alojamiento adecuado para no tener problemas. En todos los parques hay fuentes con agua potable, baños publicos con horarios de apertura y mesas.
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No tuvimos ningún problema porque a la mañana siguiente empezaríamos a visitar la ciudad, lo que nos permitió aprovechar al máximo el tiempo sin contratiempos. Por ley, desde las 12:00pm hasta las 5:00am se permite acampar en la mayoría de los parques, siempre y cuando no sea una práctica habitual en el lugar. Primero, pasamos por Queen's Park, un sitio emblemático que también alberga el imponente Palacio de la Asamblea Legislativa de Toronto. Además, en la entrada se encuentra la estatua de la Reina Victoria, la cual fue construida años después de su fallecimiento como homenaje a su legado.
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Luego caminamos lentamente por la ciudad, mirando hacia arriba las impresionantes vistas que nos ofrecían los rascacielos. Nos dejamos llevar, perdiéndonos entre los extensos y cuidados jardines hasta llegar al Museo Real de Ontario, una fusión de nuevo y viejo estilo de arte. En uno de estos jardines nos detuvimos a tomar un merecido descanso, recuperando fuerzas mientras disfrutábamos de la agradable compañía de las traviesas ardillas que corrían alrededor.
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La entrada cuesta 22$ por persona, y las mochilas grandes deben dejarse obligatoriamente en las taquillas, cuyo alquiler tiene un costo adicional de 4$. El museo está distribuido en 3 plantas enormes, donde se exhiben diversas culturas, animales, ciencia, guerras e historia que llega hasta nuestros días. Nosotros pasamos aproximadamente 3 horas y media explorándolo, y definitivamente vale la pena dedicarle ese tiempo para aprovechar al máximo toda la experiencia.
Entrada Real Museum: 22 CAD + taquilla 4 CAD
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El mercado de St. Lawrence, ubicado en el corazón de la parte antigua de Toronto, ofrece entrada libre para todos los visitantes. Allí puedes encontrar una amplia variedad de comidas y bebidas típicas que reflejan la diversidad cultural de la ciudad. Además, cuenta con un pub con terraza ideal para relajarse y disfrutar del ambiente. También hay puestos que venden ropa, souvenirs y otros artículos únicos. Al fondo, en la parte exterior, hay un pequeño escenario donde con frecuencia se realizan presentaciones de música en directo, creando una atmósfera animada para todos los asistentes.
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Al final del día, nos vimos en la necesidad de buscar otra zona donde poder descansar y dormir. Nos dirigimos a otro parque cercano Corktown Common, un lugar donde había una abundancia de árboles altos y frondosos que nos ofrecían una protección natural contra la lluvia constante. La mañana siguiente nos despertó la voz de un señor que paseaba por el parque, llamando insistentemente a su perro. Tras levantarnos, dejamos secar la tienda de campaña mientras organizamos nuestras mochilas y desayunamos tranquilamente en un banco del parque, disfrutando del ambiente sereno, y luego emprendimos una caminata de casi una hora hasta la estación central de buses para tomar el transporte hacia Niagara Falls desde Toronto. Compramos dos tickets solo ida que nos costaron 72 CAD en total; el trayecto duraba 2 horas y 10 minutos, y el bus nos dejó justo frente a la increíble vista de las cataratas.
Toronto - Niagara Falls: 72 CAD x 2 pax
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Mitad Canadá, mitad Estados Unidos, este lugar fascinante es compartido por ambos países, y se puede disfrutar de sus impresionantes vistas desde diferentes puntos estratégicos. Las cataratas son mundialmente conocidas no tanto por su altura, sino por su gran peligrosidad, ya que en el fondo hay más rocas que agua, lo que las hace aún más temibles. En ambos lados, tanto canadiense como estadounidense, hay muchas actividades para poder disfrutar del panorama desde más cerca y con diferentes emociones: zip line, globo aerostático, la experiencia “Behind the Falls” y, por supuesto, el ferry, que fue la opción que elegimos nosotros. Pagamos 94 CAD, nos dieron un chubasquero para protegernos del agua y subimos al ferry. Aunque la vuelta es bastante corta, la sensación de estar literalmente debajo de las cataratas es algo absolutamente fantástico e inolvidable.
Ferry cataratas: 94 CAD - 2 pax
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Después de habernos bien mojado, decidimos ir al parque de atracciones que está justo al lado para explorar qué tal era y aprovechamos para merendar algo. Cuando llegó la hora de volver a Toronto ciudad, planeábamos coger el mismo autobús directo que habíamos tomado a la ida, pero nos informaron que estaba completamente lleno. Así que, sin muchas opciones, subimos a un autobús que hacía todas las paradas del camino y descubrimos que la última parada era en la estación de tren de Burlington. Allí, tuvimos que comprar los billetes para poder finalizar nuestro trayecto. Compramos dos por 24 CAD cada uno hasta la misma estación donde habíamos llegado el primer día. Ya que estábamos en esa estación, aprovechamos para comprar también los tickets de ida hacia nuestra próxima ciudad destino, Ottawa, para seguir con nuestra aventura.
Tren Burlington - Toronto: 12 CAD
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Como el bus salía a las 11:40pm, decidimos aprovechar para cenar fuera en un restaurantito pequeño y viejo, situado en medio de un mar de rascacielos; es uno de los pocos edificios bajos que aún se conservan en el centro. El trayecto en bus desde Toronto a Ottawa dura alrededor de 6 horas, un tiempo ideal para descansar y llegar justo con la primera luz del amanecer; el bus deja a los pasajeros en la estación de Rideau, ubicada en pleno corazón de la ciudad.
Bus Toronto-Ottawa 80 CAD x2 pax
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Llegamos alrededor de las 5:30am, el tiempo no era de los mejores, ya que llovía ligeramente, pero la lluvia no nos paró ni un segundo. La ciudad no es tan grande, y los edificios principales están todos muy cercanos entre sí; por ejemplo: Parliament Hill, Confederation Park, Chateau Laurier y la majestuosa Notre Dame Cathedral. De primero fuimos a ByWard Market District para desayunar, explorar y disfrutar el interior del mercado, además de secar ropa y papeles de viaje que se habían mojado.
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Seguimos paseando por la colina que reúne todos los edificios del Parlamento, sin darnos cuenta de que el camino entre los árboles y el río, comienza y termina en el mismo punto exacto. Sin quererlo, hemos pasado dos o tres veces delante de las mismas guardias, como si estuviéramos atrapados en un bucle. Desafortunadamente, casi todos los edificios estaban en proceso de reforma y no pudimos apreciar por completo los detalles arquitectónicos que normalmente impresionan a cualquier visitante. Espero que tengaís suerte si un día pasaís por allí.
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En el medio de las alturas de la ciudad, se encuentran iglesias que se han mantenido prácticamente intactas desde el momento en que fueron construidas, conservando su esencia original a pesar del paso de los años. En la mayoría de ellas se puede entrar sin pagar, siempre y cuando no haya misas en curso o eventos especiales. Esta es la primera iglesia bautista de Ottawa, un edificio histórico construido en el año 1877, que ha logrado conservar su estructura y encanto tal cual a lo largo del tiempo, representando un trozo de historia local.
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También aquí en Canadá se encuentra la famosa araña gigante con sus huevos, llamada Maman, una construcción del año 1999 que se ubica en la plaza frente a la Galería Nacional de Canadá. Este artista ha repartido por todo el mundo unas seis o siete arañas de tamaño monumental; cada una de estas obras está dedicada a su madre. Nosotros, sin embargo, decidimos saltarnos la Galería Nacional, ya que tuvimos que hacer una elección entre tantas cosas para visitar y otras para dejar pasar, debido a la limitación de tiempo. Habíamos programado aproximadamente dos días para cada ciudad, y preferimos ver el museo de la guerra, que nos resultó igualmente fascinante.
Ticket Galería Nacional: 14 CAD
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Desde el centro de la ciudad, para llegar al Museo Nacional de la Guerra, decidimos coger el metro desde la estación Rideau hasta Pimisi, utilizando el Daypass 24h que siempre viene muy bien para moverse sin preocupaciones. Aunque caminando se puede llegar en media hora, esta vez optamos por usar el metro para acortar el trayecto, aprovechar al máximo el tiempo y así encontrar un sitio adecuado para acampar y montar nuestra tienda antes de que cayera la noche. El museo se encuentra muy cerca del barrio chino, un lugar con una entrada característica como todas las China Town, pero sorprendentemente tranquilo y poco concurrido. Es bastante común cruzarse con patos porque realmente están por todos lados, lo que añade un toque especial al paseo.
DayPass metro: 4 CAD x1 pax
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El precio del Museo es de 22 CAD por persona, lo cual es muy accesible considerando la calidad de la experiencia y la taquilla aquí es gratuita. Puedes tranquilamente pasar varias horas explorando debido a lo amplio e interesante que es el lugar. Tanto para niños como para adultos, la visita es muy interactiva y entretenida. Si sigues el recorrido completo, aprendes bastante sobre la historia de Canadá, incluyendo las invasiones asiáticas, europeas y escocesas que marcaron profundamente la región. En la foto, estamos dentro de una trinchera, la cual está ambientada de forma muy realista y sumergente.
War Museumm Ottawa: 22 CAD
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Al salir empezamos el camino más largo de toda la semana, recorriendo el extenso y hermoso Parc de la Gatineau. Cruzamos el imponente Chief William Commanda Bridge, que en tiempos pasados fue una vía férrea, y hoy conecta la provincia de Ontario con Quebec hasta llegar al pequeño pueblo de Val-Tetreau; un lugar bastante pequeño, tranquilo y casi vacío, perfecto para desconectar. En el camino encontramos el acogedor Parc Moussette, que nos pareció un sitio ideal para pasar la noche entre la naturaleza. Pero antes de instalarnos, nos detuvimos a comprar una pizza para llevar y aprovechar para jugar una partida de billar en el único local abierto en la zona. (Somos amantes del billar y, curiosamente, aquí en Canadá parece que no hay muchos interesados en este juego).
Pizza: 17 CAD
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El parque se asoma al Río Ottawa y cuenta con su propia playa ideal para relajarse y disfrutar del paisaje. Además, dispone de una pista ciclable, mesas para picnic, campos de tenis, juegos para niños y un centro comunitario donde se practican diversas actividades deportivas. Cuando éste cerró, montamos la tienda reparados bajo el techo y nos preparamos para dormir. Sin embargo, la noche resultó ser la peor de todas: alguien se dedicó a molestarnos, tirándonos tierra mojada sobre las dos de la mañana y luego escapó riendo. A la mañana siguiente, recogimos todo sobre las 8am, con el sol apenas asomándose en el horizonte, y comenzamos nuestro camino hacia el Pink Lac, atravesando bosques, pequeños pueblos y carreteras cortadas debido a obras en curso.
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Recorrido de un día por el Parque Gatineau: unos 30 km. Para verlo entero harían falta más días.
Empezamos por el Chemin de la Montagne, continuando por Chemin Notch y luego la Promenade de la Gatineau. Al llegar frente a una valla que bloqueaba el camino, tuvimos que escondernos dentro del bosque y avanzar con cuidado para no ser vistos por los obreros que trabajaban en la carretera cortada. Desde la distancia, logramos localizar el lugar donde podíamos retomar el camino, ya que la carretera volvía a ser transitable. Finalmente, al intentar salir del bosque por los laterales de las obras, los obreros nos vieron, pero la única reacción que tuvieron fue reír ante nuestra inesperada aventura.
Volvimos a la ciudad pasando por otro lado del parque, cerrando así una vuelta completa en forma de anillo, alrededor de las 5.30pm. Llegamos cerca de una parada de metro un poco alejada del centro de Ottawa, perfecto para dirigirnos hacia la estación y así poder continuar nuestra ruta hacia la siguiente ciudad, Montreal, donde hubiéramos llegado a tiempo para pasar la noche sin contratiempos. Pero no todo sale siempre según los planes: una vez llegados a Ottawa Train Station, nos informaron que dos billetes de tren para Montreal costaban unos desorbitados 320 CAD, por lo que renunciamos a esa opción; luego preguntamos por el bus y no quedaban ni dos plazas disponibles, ni había ningún blablacar activo en ese momento, así que nos tocó esperar hasta el día siguiente y comprar billetes para primera hora de la mañana. El bus del día siguiente salía de St. Laurent Station, y dada la cercanía, decidimos ir caminando a pedir información; en el camino aprovechamos para cenar en una pizzería para llevar que habíamos visto en el mapa con anterioridad, el único sitio abierto. También habíamos planeado descansar dentro de la estación de tren de Ottawa, creyendo que estuviese abierta toda la noche, pero no fue así. A las 2.30am nos echaron junto a otras personas, y fue entonces que terminamos durmiendo en dos bancos de la entrada, refugiados dentro de nuestro saco de dormir para aguantar el frío de la madrugada. El bus salía a las 8.40am.
Ottawa - Montreal: 83 CAD dos billetes; reservar con antelación. Trayecto 2 horas.
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Llegamos a Montreal alrededor de las 11:30 de la mañana, justo a tiempo, en la estación de Rue Berri, situada en pleno centro de la ciudad. A pesar de los imprevistos y las dificultades que surgieron durante el camino, logramos aprovechar el día y visitar una buena cantidad de lugares interesantes. La estación se encuentra muy cerca del puerto y del barrio antiguo CentreVille, en el área de Ville-Marie, por lo que decidimos comenzar nuestra exploración caminando desde ese punto.
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Este lugar permaneció casi igual desde el año en que fue construido, alrededor del 1700, manteniendo su esencia histórica y encanto original. Hoy en día, también cuenta con una feria muy animada, donde se puede disfrutar de comidas típicas, mercadillos y divertidas atracciones como zipline, bungee jumping, paseos en barco y una noria que ofrece vistas espectaculares.
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Hasta llegar a la Basílica Notre-Dame de Montreal y descubrir que estaba en obras de restauración... pero, a pesar de las vallas y los andamios, el ambiente seguía siendo muy bonito y lleno de vida. La música callejera llenaba el aire y habían bancos con diferentes formas para sentarse a la sombra justo enfrente de la basílica. De hecho, nos detuvimos en los escalones laterales para descansar y comer, disfrutando del entorno pese a las obras.
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Seguimos paseando por el centro histórico, perdiéndonos intencionadamente entre esas pequeñas calles que conectan casi toda la zona del casco antiguo. Entras en una tienda antigua y te adentras como en un laberinto entre muchas otras similares, explorando cada rincón hasta que sales en una calle o plaza distinta, descubriendo así nuevos rincones inesperados y llenos de vida.
En ésta foto estámos en busqueda de un souvenir y capturé ese rinconcito.
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Aprovechamos el día de sol que había y nos dirigimos a subir el Mount Royale, uno de los cerros más visitados de la ciudad. Tardamos una media hora o más en llegar a la cima, caminando por escaleras y pequeñas subidas que recorrían todo el monte; existen varias rutas para subir y bajar. Desde lo alto, la vista abarca toda la ciudad y el majestuoso Río Saint Laurent que serpentea a lo lejos. Subímos por un lado y bajamos por el otro cogiendo un camino diferente, todos son bonitos y aptos para mayores y peques.
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Se hizo de noche y nos pusimos a buscar un supermercado donde poder comprar cena y también algo de comida para el día siguiente: descubrimos que había una gran variedad de comida italiana disponible. La ciudad, ya de noche, resultaba ser tranquila, muy bien adornada, llena de luces brillantes, con colores vibrantes y un aire extravagante. Desde el centro, tomamos la decisión de ir a descansar al aeropuerto; para ello, cogimos el autobús n747 que pasa cada 20 minutos durante los días de semana y cada 30 minutos los fines de semana, saliendo desde la parada René-Lévesque/Mansfield Blv.
Dos baguettes, unos embutidos, galletas: 22 CAD
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A la mañana siguiente, una vez más, el mismo bus nos llevó al centro de la ciudad para coger el metro, la línea amarilla Berri-UQAM, que nos llevaba directamente a la île St. Hélène. Si buscas tranquilidad y un escape del bullicio urbano, este es el lugar perfecto, aquí no vive nadie; solo se encuentran extensas zonas de naturaleza, un río sereno y una fortaleza antigua. Además, para quienes prefieren una experiencia diferente, es posible llegar hasta la île St. Hélène también en ferry, saliendo desde el Puerto Viejo.
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La Île St. Hélène está conectada mediante un puente a l’île de Notre Dame, una islita aún más pequeña donde se encuentran el Jardins des Floralies, famoso por su arte topiario, un lago, un casino moderno y un circuito de carreras. Durante el trayecto entre una isla y la otra, justo en el último día de mi visita, me picó una abeja (que no sopuso ningún problema), recordándome que en Canadá conviven de manera muy activa con abejas y avispas que forman parte del ecosistema local.
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Las dos islas son completamente libres de visitar, siempre y cuando no se esté celebrando algún evento especial que pueda restringir el acceso. A la vuelta, aprovechamos para recorrer otro lado de la ciudad, pasando en frente de la majestuosa Catedral Marie Reine du Monde, que es la tercera más grande de todo Quebec. También vímos el Monumento de Sir Wilfrid Laurier y la Basilica Saint Patrick. Después de este recorrido, nos dirigimos nuevamente al aeropuerto para finalmente concluir nuestro inolvidable viaje.